Ese día estaba nublado, ya debería haber salido el sol hace un buen rato, pero parecía que no estaba dispuesto a salir, tal vez estaba triste, aún así, Bulbasaur decidió salir del gran árbol. Bulbasaur vivía junto a siete hermanos y cuatro hermanas. A algunos ya se les había abierto el bulbo de la espalda y tenían un capullo rosado, eso significaba que ya estaban preparados para alejarse cuanto quisieran de casa, aún así ninguno se atrevía a hacerlo solo. Cuanta envidia les tenía, Bulbasaur era el más pequeño de los hermanos, aún le quedaba mucho para florecer. Pero ya le encantaba salir a explorar ese bosque que les rodeaba, eso sí, sin que mamá se enterase.
Oyó
un rugido, giró la cabeza con una sonrisa y allí estaba, tan grande
y fuerte como siempre. Los Venusaur ya habían madurado del todo, la
flor se les había abierto y olían maravillosamente, pero mamá era
especial. A ella se le acercaban muchos pokémon de tipo bicho, más
que a los demás, desde el Caterpie más tímido al Beedrill más
feroz, a todos les encantaba su olor. Corrió hacia ella y le rozo el
hocico con el suyo. Tenía hambre y ella traía la comida, sacó sus
látigos y los usó para dejar en el suelo toda la comida que llevaba
en la espalda, protegida con las hojas. Sintió como el suelo
empezaba a temblar, por un momento se asustó de que fuera algún
pokémon agresivo, incluso mamá se puso en alerta, y de repente,
salieron todos sus hermanos del gran árbol, corriendo para ir a
comer.
Bulbasaur
sabía que si no se daba prisa se quedaría sin comer, era el más
pequeño y sus hermanos sólo se preocupaban de poder comer tanto
como les permitieran sus estómagos. Así que sacó sus látigos,
agarró una cuantas bayas y se las llevó, lejos del gran árbol.
Quería estar solo. Siempre se había sentido despreciado por sus
hermanos, por ser el más pequeño y débil de todos. Además tenía
ganas de explorar un poco. Había cogido tres bayas aranja y dos
bayas frambu, aquellas últimas eran sus favoritas, con un toque
picante y seco. Estaba comiendo tranquilamente, sentado en una roca
cerca del río, el sonido del agua le reconfortaba. Sentía la suave
brisa en la cara, cerró los ojos y disfrutó de la soledad, pasaron
unos minutos hasta quedarse dormido, cuando un ruido hizo que se
despertara, vio que algo se acercaba detrás de unos arbustos, una
sombra enorme y terrorífica.
Alzó
la vista, y allí estaba, con sus enormes cuernos, esa piel rojiza y
unos ojos que parecían dos soles del medio día. Ya le había visto
antes, mamá luchó con él una vez para proteger su casa. Era
incluso más alto que mamá. Bulbasaur, aterrorizado. Caminó
lentamente hacia atrás, sin apartar la vista de esa bestia. El
Scolipede gritó de una manera que hizo que se sintiera indefenso,
que le dolieran las orejas y supo que era el momento, huir o perecer
a manos de eso. Estaba solo, sus hermanos estarían jugando cerca del
gran árbol gigante y mamá. "Oh mamá" pensó, "cuanto
lo siento, debería haberme quedado cerca, sabía que alejarse tanto
de casa era peligroso, pero soy un explorador, no me gusta quedarme
tanto
tiempo en un mismo sitio, necesito ver cosas nuevas de vez en
cuando." Empezó a correr, por encima de las rocas de la orilla
del río, el Scolipede era demasiado grande para correr por allí así
que le llevaba ventaja. Bulbasaur podía ser débil, pero era ágil,
más que sus hermanos, y esas rocas ya se las conocía. Había pasado
por allí centenares de veces. Pese a eso, el Scolipede era veloz,
demasiado veloz, le pisaba los talones y si intentaba meterse en el
bosque estaría perdido.
Ilustración propia |
Bulbasaur
estaba tan concentrado en huir que no se dio cuenta de la caída,
intentó frenar pero resbaló con el moho de la piedra y cayó. Vio
al Scolipede en el borde del precipicio, chillando. Cerró los ojos y
siguió cayendo. Entonces un montón de agua le cubrió el cuerpo,
abrió los ojos y estaba en el río, pero no podía respirar, así
que intento nadar hacia el exterior, tenía la boca llena de agua,
las orejas taponadas y sentía que no podía moverse. La vista se le
empezaba a nublar, eso era su final, o eso pensaba porque sin que se
diera cuenta estaba yendo hacia la superficie, algo le empujaba.
Cuando por fin consiguió salir, se agarró a un tronco que había
allí e intentó recuperar fuerzas, respiró hondo, pero en vez de
eso vomitó agua. Cuando la hubo sacado toda respiró, miró en el
agua, pero no había nada, ¿habría sido su imaginación?
Finalmente, con las fuerzas que le quedaban salió del río y miró
hacia arriba; "una cascada" pensó mientras observaba la
larga caída, aunque mientras caía le había parecido mil veces más
alta.
Se
tumbó en el suelo, aliviado pero agotado. Segundos después le
empezó a rugir el estómago, y se dio cuenta del hambre que tenía.
No se había comido todas las bayas, se había dormido antes de
comerse las dos que le faltaban, sus favoritas, y entonces apareció
esa bestia entre los matorrales. Un escalofrío le recorrió el
cuerpo al recordar esos ojos brillantes. Sin saber muy bien qué
hacer, se dirigió hacia el bosque, pero estaba perdido. Ese bosque
era totalmente diferente del que conocía. Era oscuro, los
árboles eran altos y retorcidos, tenían unas hojas verdes y
oscuras. Le parecía muy raro, en el bosque dónde vivía en aquella época
las hojas eran del color del fuego, colores cálidos, y caían al
suelo constantemente, y pese a sus colores significaba que se
acercaba el frío, y la nieve. La única manera de volver era
siguiendo el río hasta volver al lugar dónde estaban sus bayas,
pero tenía que buscar la manera de subir por ese precipicio.
Cuentas historias muy interesantes y divertidas. Se las leo a mi hijo por la noche y le gustan mucho. Gracias por tu tiempo.
ResponderEliminarHistorias muy interesantes, a mis alumnos les encantan, Gracias por tu dedicación.
ResponderEliminarAdoro tus trabajos, se los leeré a mi pequeña hija. Suerte.
ResponderEliminarMuy buen cuento! Se lo leo a mi peque, que le encantan los pokemon y le chiflan :)
ResponderEliminarHola como estas tal vez alguna historia de Mr. Mime gracias.
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